jueves, 30 de agosto de 2007

Ratatouille, un nuevo sueño de la mano de Pixar


Ayer observé un espectáculo como hacía tiempo no lo veía, un espectáculo de auténtico y puro cine, de ese que cala, que se resguarda en tu interior, que sabe como endulzar sus mejores momentos y como arrancar las emociones cuando es preciso, y cuando, una vez llegada su conclusión, no te queda más que arrancar tu mejor sonrisa y aplaudir a rabiar, como tiempo atrás, cuando una película te cautivaba completamente.

Los principales ingredientes para hacer de Ratatouille una auténtica joya, ya no sólo en el campo de animación, donde la increible técnica empleada es sencillamente sublime, sino también en un campo distinto, el de saber transmitir todo aquello necesario para que el espectador se sienta embriagado ante unos personajes tan bien trazados, son las dotes de un Brad Bird que no sólo demuestra un increible dominio del terreno sobre el cual traza su fábula sobre la amistad, el valor y esos temas que son tan recurrentes entre los ejes en los cuales Disney suele encajar sus films, sino también un magnífico sentido de la narrativa, una narrativa que contiene un enorme poderío y que, gracias a algunos de sus gags o momentos de lo más divertidos, sabe en todo momento confabular un conjunto para transportar al respetable a un París de ensueño, donde parece que cualquier deseo se haría realidad por enmarañado que resultase.

La aportación de unos personajes tan bien trabajados como auténticamente simpáticos, es imprescindible para hacer de "Ratatouille" una de las mejores películas del año, una de esas películas a las cuales merece la pena prestar atención, sentarse ante una buena butaca, y disfrutarla plenamente hasta llegar a ese sorprendente final, donde el crítico Anton Ego dejará con la boca abierta a más de uno gracias a ese brillante monólogo con el que concluye este trabajo, una de las mejores cintas de animación que haya podido ver, ya no durante este nuevo siglo, sino durante toda una larga vida en la cual, clásicos infantiles como "El rey Leon" o "Aladin" no han podido empañar unas sensaciones impresionantes que dejan "Ratatouille", para mi, como la mejor película de animación jamás vista, por el entrañable Remy, por el simpaticón Linguini, o por un París de pura ensoñación por el cual no me importaría perderme dos horas más en un futuro, y volver a disfrutar de este gran ejercicio, de hondo calado y simple y dulce hechizo.